Salud Reproductiva en la Menopausia y la Andropausia
Introducción
- Cambios naturales del ciclo reproductivo en la adultez tardía.
- Envejecimiento reproductivo: proceso fisiológico, no patológico.
- Relevancia de abordar este tema desde un enfoque de derechos, género y salud integral.
La menopausia y la andropausia representan fases naturales del ciclo reproductivo humano en la adultez tardía. A menudo invisibilizadas o malinterpretadas, estas etapas no deben considerarse enfermedades, sino procesos fisiológicos normales asociados al envejecimiento reproductivo. En el caso de las mujeres, implica el fin definitivo de la menstruación y la capacidad biológica para gestar; en el caso de los hombres, una disminución progresiva de la producción de testosterona y cambios graduales en la función sexual y reproductiva.
Ambas transiciones pueden generar alteraciones físicas, emocionales y sociales que afectan la calidad de vida, la identidad, la autoestima y las relaciones interpersonales. Sin embargo, el modo en que se viven y se abordan estas etapas está profundamente influido por factores culturales, estigmas de género, niveles de información y acceso a servicios de salud.
Por ello, es indispensable tratar la salud reproductiva en la menopausia y la andropausia desde un enfoque integral que considere los derechos humanos, la perspectiva de género y la diversidad de experiencias. Garantizar información clara, atención médica basada en evidencia y espacios libres de discriminación contribuye a que estas etapas se vivan con dignidad, autonomía y bienestar. En un contexto médico y educativo, es clave romper con los mitos, actualizar las prácticas clínicas y promover el autocuidado en esta fase vital.

Menopausia: aspectos clave
- Definición: cese permanente de la menstruación por pérdida de la función ovárica.
- Edad promedio y variabilidad individual.
- Síntomas comunes: bochornos, alteraciones del sueño, resequedad vaginal, cambios emocionales.
- Cambios hormonales: declive de estrógenos y sus implicaciones sistémicas.
La menopausia se define como el cese permanente de la menstruación, resultado de la pérdida definitiva de la función ovárica. Se diagnostica retrospectivamente después de 12 meses consecutivos sin menstruación en mujeres mayores de 45 años, en ausencia de causas patológicas. Este evento marca el fin de la etapa reproductiva y el inicio del climaterio, una fase de transición fisiológica que puede extenderse varios años antes y después del último periodo menstrual.
La edad promedio de la menopausia varía entre los 45 y 55 años a nivel global, siendo alrededor de los 51 años en muchas poblaciones. Sin embargo, existe una gran variabilidad individual, influida por factores genéticos, ambientales, estilo de vida, tabaquismo, salud metabólica y eventos médicos previos como la histerectomía o tratamientos oncológicos.
Durante esta etapa, muchas mujeres experimentan una serie de síntomas físicos y emocionales asociados al declive progresivo de estrógenos, principal hormona ovárica. Entre los más frecuentes se encuentran los bochornos o sofocos, la resequedad vaginal, las alteraciones del sueño, la disminución de la libido, y cambios emocionales como irritabilidad, ansiedad o tristeza. Estos síntomas pueden variar en intensidad y duración, y afectar significativamente la calidad de vida si no son adecuadamente manejados.
Además, el descenso estrogénico tiene implicaciones sistémicas importantes, ya que puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, osteoporosis, atrofia urogenital y alteraciones metabólicas. Por ello, el seguimiento médico durante esta etapa es fundamental para la prevención y tratamiento oportuno de posibles complicaciones.
Abordar la menopausia con información clara, enfoque multidisciplinario y sensibilidad cultural permite que las mujeres vivan esta transición de forma saludable, autónoma y libre de estigmas.

Andropausia: aspectos clave
- Definición: disminución progresiva de testosterona con síntomas variables.
- Controversia en torno al término: envejecimiento androgénico del varón (ADAM).
- Síntomas asociados: fatiga, disminución de la libido, pérdida de masa muscular, irritabilidad.
A diferencia de la menopausia, la llamada andropausia no corresponde a un evento puntual ni universal en todos los hombres, sino a un proceso progresivo conocido como envejecimiento androgénico del varón (ADAM, por sus siglas en inglés). Este término se refiere a la disminución gradual de los niveles de testosterona —hormona sexual masculina— que puede presentarse a partir de los 40 o 50 años, con una tasa de descenso aproximada del 1% anual.
Existe cierta controversia científica sobre el uso del término “andropausia”, ya que sugiere una interrupción abrupta del funcionamiento hormonal comparable a la menopausia femenina, lo cual no ocurre fisiológicamente. A diferencia de las mujeres, los hombres pueden conservar su fertilidad hasta edades avanzadas, y no todos experimentan síntomas significativos con el descenso hormonal. Por ello, algunos autores prefieren términos más específicos como “síndrome de déficit de testosterona en el envejecimiento” o “hipogonadismo de inicio tardío”.
Sin embargo, en ciertos casos clínicos, los hombres pueden presentar síntomas atribuibles al descenso de testosterona, como fatiga crónica, disminución de la libido, disfunción eréctil, pérdida de masa y fuerza muscular, aumento de grasa abdominal, irritabilidad, alteraciones del sueño y desánimo. Estas manifestaciones no siempre son específicas, por lo que es fundamental realizar una valoración integral y exámenes hormonales antes de establecer un diagnóstico o iniciar tratamiento.
La respuesta médica debe ser cuidadosa y basada en evidencia, ya que el uso de terapia de reemplazo con testosterona está indicado solo en casos bien documentados de hipogonadismo clínico. Además, se deben evaluar los riesgos potenciales, como enfermedades prostáticas, cardiovasculares o hematológicas.
Entender este proceso como parte del envejecimiento natural masculino, y no como una patología en sí misma, es clave para brindar atención centrada en la persona, promover el autocuidado, y fomentar una vivencia digna y saludable de esta etapa de la vida.

Cambios físicos y emocionales compartidos
- Alteraciones en la vida sexual y en la percepción de la imagen corporal.
- Vulnerabilidad psicosocial: ansiedad, depresión, aislamiento.
- Redefinición del rol sexual y reproductivo en la pareja y la sociedad.
La menopausia y la andropausia, aunque distintas en su fisiología, comparten una serie de cambios físicos y emocionales que pueden afectar la vivencia de la sexualidad, el bienestar subjetivo y las relaciones sociales de mujeres y hombres en la adultez tardía.
Entre los cambios más notorios se encuentran las alteraciones en la vida sexual. En las mujeres, la disminución de estrógenos puede causar resequedad vaginal, molestias en las relaciones sexuales (dispareunia) y pérdida de deseo. En los hombres, el descenso de testosterona puede provocar disminución de la libido, disfunción eréctil o dificultades en la respuesta sexual. Estos cambios pueden generar ansiedad o frustración si no se abordan con apertura, información y apoyo profesional.
Además, muchas personas experimentan una transformación en la percepción de su imagen corporal: aumento de peso, cambios en la distribución de la grasa, caída de cabello, piel más seca o flacidez pueden afectar la autoestima. La presión social por mantener estándares de juventud y atractivo sexual incrementa la vulnerabilidad psicosocial, especialmente en contextos que desvalorizan la vejez.
Emocionalmente, esta etapa puede acompañarse de ansiedad, irritabilidad, tristeza o síntomas depresivos, asociados tanto a los cambios hormonales como a experiencias vitales —como el síndrome del “nido vacío”, la jubilación, el duelo o la pérdida de proyectos reproductivos—. A esto se suma el aislamiento social o la falta de espacios donde hablar abiertamente sobre estos temas, particularmente entre los varones, que culturalmente han sido socializados para reprimir sus emociones.
Finalmente, esta etapa implica una necesaria redefinición del rol sexual y reproductivo, tanto en el ámbito íntimo como en lo social. Muchas parejas redescubren formas de intimidad más centradas en el vínculo afectivo, el placer compartido y la comunicación, mientras que otras enfrentan conflictos no resueltos o diferencias de adaptación.
Abordar estos procesos desde una perspectiva humanista, empática y libre de estigmas permite acompañar mejor a las personas que atraviesan esta transición, y promover una visión positiva, saludable y plena de la sexualidad en el envejecimiento.

Atención médica y terapéutica
- Recomendaciones clínicas basadas en evidencia (OMS, guías nacionales).
- Terapias hormonales: indicaciones, riesgos y alternativas.
- Valoración integral y personalización del tratamiento.
La atención médica durante la menopausia y la andropausia debe centrarse en el bienestar integral de las personas, reconociendo esta etapa como una transición fisiológica y no como una patología. Las recomendaciones clínicas basadas en evidencia, emitidas por organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos (ACOG), y las guías nacionales de salud, coinciden en la necesidad de brindar atención individualizada, oportuna y respetuosa durante este periodo.
Uno de los enfoques más discutidos es el de las terapias hormonales sustitutivas (THS). En mujeres, la terapia hormonal con estrógenos (con o sin progestágenos) puede ser eficaz para aliviar síntomas vasomotores intensos, prevenir pérdida ósea y mejorar la calidad de vida. Sin embargo, su uso requiere una valoración cuidadosa del riesgo-beneficio, considerando antecedentes personales de cáncer, trombosis, enfermedades cardiovasculares u otras condiciones que puedan contraindicarla. No está indicada de forma universal ni como medida preventiva en mujeres asintomáticas.
En los hombres, la terapia con testosterona solo debe indicarse cuando exista diagnóstico clínico y bioquímico de hipogonadismo, y no como respuesta a síntomas inespecíficos del envejecimiento. Su uso indebido puede conllevar riesgos cardiovasculares, hepáticos, prostáticos y hematológicos, además de promover falsas expectativas en torno al “rejuvenecimiento masculino”.
Más allá de lo hormonal, existen alternativas terapéuticas y complementarias como fitoterapia, cambios en el estilo de vida, psicoterapia, fisioterapia del suelo pélvico, lubricantes vaginales, ejercicio físico regular, manejo del estrés, entre otros, que pueden contribuir significativamente al bienestar.
La valoración integral y la personalización del tratamiento son principios clave: cada persona vive esta etapa de manera única, por lo que el abordaje debe considerar su historia clínica, estado emocional, proyecto de vida, creencias y entorno social. El rol del profesional de salud es acompañar, informar y empoderar al paciente en su proceso de adaptación.
Promover una atención centrada en la persona, fundamentada en ciencia, sensibilidad y respeto a los derechos humanos, es esencial para garantizar un envejecimiento reproductivo saludable y digno.

Educación y autocuidado
- Promoción del envejecimiento saludable con enfoque en salud sexual y reproductiva.
- Información clara, libre de mitos o estigmas.
- Importancia del acompañamiento emocional y la participación en redes de apoyo.
Uno de los pilares para el bienestar durante la menopausia y la andropausia es el fortalecimiento de la educación y el autocuidado, entendidos como procesos que empoderan a las personas para tomar decisiones informadas y autónomas sobre su salud sexual y reproductiva en la adultez mayor.
La promoción del envejecimiento saludable, desde un enfoque integral, debe incluir la dimensión sexual y reproductiva, frecuentemente olvidada o invisibilizada. Reconocer que las personas continúan teniendo deseos, vínculos afectivos y necesidades emocionales y sexuales en esta etapa es fundamental para combatir el edadismo y los prejuicios sociales que los asocian exclusivamente con enfermedad, decadencia o asexualidad.
Brindar información clara, científica y libre de mitos o estigmas permite a las mujeres y hombres comprender los cambios fisiológicos que están experimentando, identificar cuándo es necesario buscar atención médica y conocer sus derechos. Esta información debe adaptarse a los distintos niveles de alfabetización en salud y a las diversas realidades socioculturales.
El acompañamiento emocional durante esta etapa también es crucial. Muchas personas atraviesan momentos de duelo por la pérdida de la fertilidad, por cambios en la imagen corporal o por transformaciones en su rol social y familiar. Contar con espacios de diálogo, orientación psicológica y estrategias para fortalecer la autoestima y la autopercepción positiva puede marcar una gran diferencia en su calidad de vida.
Además, la participación en redes de apoyo, ya sea familiares, comunitarias o institucionales, brinda contención, sentido de pertenencia y acceso a recursos útiles. Los grupos de mujeres en climaterio, por ejemplo, han demostrado ser efectivos para compartir experiencias, reducir el aislamiento y fomentar el autocuidado colectivo.
Educar para el autocuidado en esta etapa no solo mejora la salud individual, sino que también transforma la manera en que nuestras sociedades valoran el envejecimiento, reconociéndolo como una etapa activa, digna y plena de la vida.

Perspectiva de género y derechos
- Invisibilización histórica de esta etapa, especialmente en mujeres.
- Reconocimiento del derecho a una sexualidad plena y saludable en edades avanzadas.
- Necesidad de servicios de salud accesibles, libres de discriminación por edad o género.
El análisis de la salud reproductiva en la menopausia y la andropausia requiere una mirada crítica desde la perspectiva de género y los derechos humanos, ya que históricamente estas etapas han sido invisibilizadas, minimizadas o patologizadas, particularmente en el caso de las mujeres.
Durante siglos, la menopausia fue entendida como una “decadencia femenina”, marcada por la pérdida de juventud, fertilidad y atractivo, reforzando estigmas culturales profundamente misóginos. Esta visión reduccionista no solo impacta en la autoestima de muchas mujeres, sino que ha influido en la ausencia de políticas públicas, investigación biomédica y servicios clínicos específicos para esta etapa. En el caso de los hombres, la andropausia ha sido aún menos reconocida institucionalmente, en parte por los mandatos de masculinidad que desalientan hablar de vulnerabilidad física o emocional.
Desde una perspectiva de derechos, es fundamental reconocer que todas las personas tienen derecho a vivir una sexualidad plena, informada y saludable a lo largo de toda su vida, sin importar su edad, identidad de género, orientación sexual o estado de salud. La salud sexual y reproductiva en edades avanzadas no es un lujo ni un tema accesorio: forma parte del derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud física, mental y social.
Esto implica garantizar servicios de salud accesibles, integrales y libres de discriminación por edad o género, donde se respete la dignidad, autonomía y diversidad de experiencias de las personas mayores. También exige una formación médica y de salud pública que desmonte prejuicios edadistas y capacite al personal para brindar atención sensible, actualizada y basada en evidencia.
La incorporación de esta perspectiva es indispensable para promover entornos sanitarios y sociales más justos, donde envejecer no sea sinónimo de exclusión, sino de continuidad, derechos y plenitud.

Conclusión
- La menopausia y la andropausia como parte del curso vital, no como enfermedades.
- Importancia de una atención integral que respete la diversidad de experiencias.
- Rol del personal de salud en la promoción del bienestar físico, mental y social durante esta etapa.
La menopausia y la andropausia deben ser comprendidas como procesos naturales y esperables dentro del curso vital humano, no como enfermedades ni como el fin de la vida reproductiva o sexual. Ambas etapas representan transiciones fisiológicas que, aunque pueden estar acompañadas de cambios físicos, emocionales y sociales significativos, también ofrecen oportunidades para el autocuidado, la reflexión personal y la reivindicación de derechos.
En este contexto, es fundamental adoptar una atención integral, que no se limite a tratar síntomas aislados, sino que aborde a la persona en su totalidad, respetando su historia de vida, su identidad, su cultura y su forma única de vivir esta etapa. La diversidad de experiencias debe ser reconocida y validada, evitando generalizaciones, estigmas o enfoques clínicos reduccionistas.
El rol del personal de salud es clave: se espera que actúe no solo como proveedor de servicios médicos, sino también como educador, acompañante y garante de derechos. Su labor implica informar con claridad, escuchar con empatía, y promover el bienestar físico, mental y social de las personas en la adultez mayor, incluyendo sus necesidades sexuales y reproductivas. Abordar esta etapa con ciencia, sensibilidad y compromiso ético contribuye a construir sociedades más equitativas, donde el envejecimiento sea vivido con dignidad, autonomía y plenitud.


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