Principales causas de mortalidad materna
Introducción
- Definición de mortalidad materna (OMS): muerte durante el embarazo o dentro de los 42 días posteriores a su término.
- Morbilidad materna: condiciones que complican el embarazo, parto o puerperio y pueden comprometer la salud.
- Importancia de la vigilancia epidemiológica.
La mortalidad materna es uno de los indicadores más sensibles de la calidad de los servicios de salud y del grado de equidad en una sociedad. De acuerdo con la definición establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), se considera mortalidad materna a la muerte de una mujer durante el embarazo, el parto o dentro de los 42 días posteriores a la terminación del embarazo, independientemente de la duración y el sitio del embarazo, causada por cualquier motivo relacionado con o agravado por el embarazo o su manejo, pero no por causas accidentales o incidentales. Esta definición permite identificar las muertes atribuibles al proceso reproductivo y distinguirlas de otras causas no obstétricas.
Por otro lado, la morbilidad materna se refiere a todas aquellas condiciones que afectan la salud de la mujer durante el embarazo, el parto o el puerperio, y que pueden generar complicaciones temporales o permanentes. Incluye tanto eventos potencialmente mortales como aquellos que impactan la calidad de vida, la funcionalidad y el bienestar físico, emocional y social de las personas gestantes. Dentro de este espectro se incluyen trastornos hipertensivos del embarazo, hemorragias, infecciones, enfermedades crónicas descompensadas y complicaciones derivadas de la atención inadecuada.
El estudio sistemático de ambas —morbilidad y mortalidad materna— es fundamental no solo desde el punto de vista clínico, sino también epidemiológico y social. La vigilancia epidemiológica de la mortalidad materna permite detectar patrones, causas prevenibles y desigualdades estructurales en el acceso a los servicios de salud. Asimismo, contribuye a establecer políticas públicas más efectivas, asignar recursos estratégicamente, mejorar la calidad de la atención obstétrica y fortalecer la respuesta del sistema de salud en todos sus niveles, en especial en el primer nivel de atención. Este tipo de vigilancia es una herramienta clave para prevenir muertes evitables y garantizar el derecho de las mujeres a vivir una maternidad segura, digna y protegida.

Estadísticas globales y nacionales
- Panorama mundial de la OMS.
- Datos de América Latina y México (fuentes: INEGI, SSA, UNFPA).
- Indicadores clave: Razón de Mortalidad Materna (RMM).
La mortalidad materna continúa siendo un desafío significativo para los sistemas de salud en todo el mundo, especialmente en contextos de desigualdad económica, social y de acceso a servicios. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2020 se registraron alrededor de 287,000 muertes maternas a nivel global. La gran mayoría de estas muertes ocurrieron en países de ingresos bajos y medianos, y fueron en su mayoría evitables con atención oportuna y de calidad. África subsahariana concentra más del 65% de todas las muertes maternas, mientras que Asia del Sur representa cerca del 17%.
En cuanto a América Latina y el Caribe, la situación es preocupante pero heterogénea. Si bien la región ha experimentado avances importantes en las últimas décadas, en varios países se ha observado un estancamiento o incluso retroceso en los indicadores durante los últimos años, particularmente a raíz del impacto de la pandemia de COVID-19, que desbordó los sistemas de salud y desplazó prioridades. La Razón de Mortalidad Materna (RMM) regional ronda los 68 a 75 por cada 100,000 nacidos vivos, con países como Haití, Bolivia y Honduras registrando cifras muy por encima de ese promedio, mientras que otros, como Uruguay o Chile, han logrado reducciones sostenidas.
En el caso de México, los datos más recientes del INEGI y la Secretaría de Salud (SSA) muestran que la RMM en 2022 fue de aproximadamente 49 muertes maternas por cada 100,000 nacimientos vivos, cifra que representa una disminución respecto a los picos observados durante la pandemia, pero aún lejos de las metas establecidas en los compromisos internacionales, como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que plantean reducir la RMM global por debajo de 70 antes del año 2030. Las entidades federativas con mayores tasas de mortalidad materna en México suelen coincidir con las de menor índice de desarrollo humano y mayor marginación, como Chiapas, Guerrero y Oaxaca.
Además de la RMM, otros indicadores clave utilizados para el monitoreo de este fenómeno son la tasa de morbilidad materna extrema (near miss), la proporción de muertes maternas por causas prevenibles, y la cobertura de atención prenatal y parto institucionalizado. Estos indicadores permiten una evaluación más integral del desempeño del sistema de salud en relación con la protección de la vida y salud de las personas gestantes.
En conjunto, estas estadísticas reflejan no solo la situación epidemiológica, sino también las desigualdades estructurales y las brechas de acceso que persisten en los sistemas de salud. Por eso, conocer y analizar estos datos es fundamental para diseñar intervenciones basadas en evidencia que reduzcan efectivamente la mortalidad materna.

Causas directas de mortalidad materna
- Hemorragias obstétricas (principal causa).
- Trastornos hipertensivos del embarazo: preeclampsia, eclampsia.
- Infecciones puerperales.
- Trabajo de parto obstruido y complicaciones del aborto.
- Complicaciones anestésicas y quirúrgicas.
Las causas directas de mortalidad materna son aquellas que se derivan directamente de complicaciones del embarazo, el parto o el puerperio, así como de intervenciones, omisiones, tratamientos inadecuados o eventos relacionados con ellos. Estas causas son consideradas prevenibles en su mayoría, siempre que existan servicios de salud accesibles, oportunos y con capacidad resolutiva adecuada. Identificarlas permite establecer prioridades clínicas y programáticas en la atención obstétrica.
La hemorragia obstétrica sigue siendo la principal causa directa de muerte materna en el mundo, especialmente las hemorragias postparto, que suelen ocurrir en la primera hora tras el nacimiento. Estas pueden estar asociadas a atonía uterina, desgarros del canal del parto, retención de restos placentarios o ruptura uterina. La falta de reconocimiento inmediato, la demora en el tratamiento y la ausencia de insumos (como uterotónicos o sangre) son factores determinantes de su letalidad.
Los trastornos hipertensivos del embarazo, como la preeclampsia y la eclampsia, representan otra causa frecuente y grave. Estas condiciones pueden desarrollarse en cualquier momento de la segunda mitad del embarazo y generar complicaciones multisistémicas, incluyendo convulsiones, insuficiencia hepática o renal, desprendimiento placentario e incluso muerte súbita. Si no se detectan a tiempo o no se manejan adecuadamente, su evolución puede ser rápidamente fatal.
Las infecciones puerperales —en particular la sepsis posparto— son también causas directas significativas de muerte materna. Estas infecciones suelen relacionarse con condiciones de higiene inadecuadas durante el parto o el manejo inadecuado de heridas quirúrgicas o laceraciones. El diagnóstico tardío, la resistencia a antibióticos o la falta de seguimiento durante el puerperio pueden agravar el pronóstico.
El trabajo de parto obstruido representa una emergencia obstétrica, especialmente en contextos con atención limitada o sin acceso a cesáreas seguras. Esta condición puede llevar a lesiones graves como fístulas obstétricas, necrosis tisular, ruptura uterina y, en última instancia, la muerte materna y fetal. De manera relacionada, las complicaciones derivadas del aborto inseguro siguen siendo una causa importante de muerte en regiones donde el acceso a servicios legales y seguros es restringido. Estas pueden incluir hemorragias, infecciones graves y perforaciones uterinas.
Finalmente, aunque en menor proporción, existen muertes maternas por complicaciones anestésicas o quirúrgicas, generalmente asociadas a cesáreas, legrados u otras intervenciones obstétricas. Estas causas reflejan fallos en la calidad de la atención médica y la necesidad de mejorar la capacitación del personal, así como la infraestructura y la vigilancia intraoperatoria.
Estas causas directas son altamente prevenibles si se garantiza el acceso a una atención prenatal adecuada, partos atendidos por personal capacitado, servicios de urgencia obstétrica las 24 horas, y un sistema de referencia funcional. Reducir la mortalidad materna exige actuar con decisión sobre estas causas, eliminando las barreras que impiden el acceso a una atención segura y digna.

Causas indirectas
- Enfermedades preexistentes agravadas por el embarazo:
- Diabetes, hipertensión crónica, cardiopatías.
- Infecciones como VIH, tuberculosis, paludismo.
- Problemas de salud mental no atendidos.
Las causas indirectas de mortalidad materna se refieren a aquellas muertes que ocurren durante el embarazo, parto o puerperio como consecuencia de enfermedades preexistentes o condiciones médicas no obstétricas que se ven agravadas por los cambios fisiológicos propios del embarazo. Aunque no se derivan directamente del proceso reproductivo, estas condiciones impactan significativamente la salud materna y representan un porcentaje importante de las muertes maternas a nivel global, especialmente en contextos donde la atención prenatal no es integral o continua.
Entre las enfermedades crónicas más frecuentemente implicadas se encuentran la diabetes mellitus, la hipertensión crónica y diversas cardiopatías congénitas o adquiridas. Estas condiciones, si no son identificadas o controladas antes y durante la gestación, pueden descompensarse debido a las demandas fisiológicas del embarazo, aumentando el riesgo de complicaciones graves como preeclampsia sobreañadida, insuficiencia cardíaca o eventos vasculares severos. La falta de seguimiento especializado, el acceso limitado a medicamentos y la escasa coordinación entre niveles de atención contribuyen a este desenlace.
Asimismo, ciertas enfermedades infecciosas tienen un peso importante en la mortalidad materna indirecta, especialmente en regiones con altas tasas de pobreza. Infecciones como el VIH/SIDA, la tuberculosis y el paludismo (malaria) pueden afectar gravemente a la persona gestante si no se diagnostican ni tratan a tiempo. Estas enfermedades no solo deterioran el estado general de salud, sino que también pueden aumentar el riesgo de parto prematuro, bajo peso al nacer e infecciones neonatales, afectando la salud del binomio madre-hijo.
Otra dimensión frecuentemente subestimada es la de los trastornos de salud mental, como la depresión perinatal, los trastornos de ansiedad, el trastorno bipolar o incluso el riesgo suicida. Cuando estos problemas no se detectan ni se atienden oportunamente, pueden derivar en desenlaces fatales tanto por causas directas (como el suicidio o el abandono del autocuidado) como indirectas (descompensaciones fisiológicas, falta de adherencia al tratamiento, etc.). En muchos contextos, el estigma social y la falta de integración de la salud mental en la atención prenatal contribuyen a que estas causas pasen desapercibidas.
Reconocer y atender las causas indirectas de mortalidad materna exige una atención prenatal integral e interdisciplinaria, que contemple no solo los aspectos obstétricos, sino también las condiciones médicas previas, el entorno social y el estado de salud emocional de cada persona. Asimismo, se requiere una mayor coordinación entre el primer nivel de atención y los servicios especializados, para garantizar un seguimiento oportuno de los casos de alto riesgo. En este sentido, reducir las muertes por causas indirectas es también una estrategia clave para alcanzar los objetivos de salud materna universal.

Factores sociales y estructurales asociados
- Acceso limitado a servicios de salud de calidad.
- Tardanza en la atención (modelo de las “3 demoras”).
- Pobreza, marginación, discriminación.
- Barreras culturales y de género.
La mortalidad materna no puede entenderse únicamente desde una perspectiva clínica o biomédica. Detrás de cada muerte hay una serie de determinantes sociales, estructurales y de desigualdad que, de manera directa o indirecta, condicionan el acceso, la oportunidad y la calidad de la atención en salud durante el embarazo, el parto y el puerperio. Estos factores son tan importantes como las causas médicas, y su abordaje es fundamental para prevenir muertes maternas evitables.
Uno de los factores más críticos es el acceso limitado a servicios de salud de calidad, especialmente en zonas rurales, comunidades indígenas o contextos urbanos marginados. La falta de personal capacitado, la escasez de insumos médicos, la infraestructura inadecuada y la fragmentación del sistema dificultan que las mujeres reciban atención oportuna, continua y resolutiva. A ello se suman los costos directos e indirectos que muchas veces las familias no pueden asumir, como transporte, medicamentos o ausencias laborales.
El modelo de las “tres demoras”, ampliamente utilizado en salud pública para analizar las causas de la mortalidad materna, identifica tres momentos críticos que suelen intervenir en los desenlaces fatales:
- Demora en la decisión de buscar atención médica, motivada por desconocimiento de los signos de alarma, normalización del riesgo o restricciones sociales.
- Demora en llegar a un centro de salud, debido a distancias geográficas, falta de transporte o inseguridad.
- Demora en recibir atención adecuada en el establecimiento de salud, por deficiencias en la capacidad técnica, recursos insuficientes o maltrato institucional.
La pobreza, la marginación y la discriminación refuerzan estos obstáculos. Las mujeres en situación de vulnerabilidad social —por su condición económica, pertenencia étnica, edad, estado migratorio o identidad de género— suelen enfrentar múltiples formas de exclusión que limitan su acceso a servicios dignos y oportunos. La intersección de estas desigualdades amplifica el riesgo de complicaciones graves y desatendidas.
Asimismo, existen barreras culturales y de género que afectan directamente la salud materna. En muchas comunidades, las normas sociales asignan a las mujeres una posición subordinada en la toma de decisiones, dificultando su autonomía sobre la atención durante el embarazo y el parto. Algunas mujeres requieren el permiso de su pareja o familia para acudir al médico, lo que puede retrasar intervenciones clave. Otras enfrentan maltrato o negligencia por parte del personal de salud, lo que refuerza la desconfianza en el sistema y aleja a las mujeres de los servicios.
En conjunto, estos factores sociales y estructurales son tan determinantes como las causas clínicas en la ocurrencia de muertes maternas. Por ello, los esfuerzos para reducir la mortalidad materna deben ir más allá del ámbito hospitalario, incorporando políticas intersectoriales que combatan la pobreza, promuevan la equidad de género y fortalezcan la participación comunitaria en la salud.

Morbilidad materna severa o “casi muerte”
- Concepto de “near miss” (casi pérdida materna).
- Utilidad para la mejora de la calidad en la atención.
- Seguimiento y prevención de secuelas a largo plazo.
En los últimos años, el análisis de la morbilidad materna severa, también conocida como “near miss” o “casi muerte materna”, ha cobrado gran relevancia en salud pública y en la mejora de la calidad de la atención obstétrica. Este concepto se refiere a aquellas situaciones en las que una mujer sobrevive a una complicación potencialmente mortal durante el embarazo, el parto o el puerperio inmediato, ya sea por la oportuna intervención médica o por una evolución espontánea favorable. Es decir, se trata de mujeres que estuvieron al borde de la muerte, pero lograron recuperarse.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a una “near miss” como “una mujer que casi muere pero sobrevive a una complicación durante el embarazo, parto o en los 42 días siguientes al término del embarazo”. Este enfoque permite ampliar la mirada más allá de los casos fatales y ofrece una ventana de oportunidad para analizar fallas y aciertos del sistema de salud sin la carga emocional y política que implica una muerte materna. Además, por cada muerte materna, se estima que ocurren entre 20 y 30 casos de morbilidad materna extrema, lo que subraya su importancia para la vigilancia epidemiológica y la gestión sanitaria.
La evaluación sistemática de estos casos aporta información valiosa sobre las brechas en la atención, los retrasos evitables, la disponibilidad de recursos e insumos, la capacitación del personal y la calidad de las intervenciones clínicas. De esta manera, el análisis de casos de “near miss” permite implementar acciones de mejora continua, prevenir futuras muertes y fortalecer la capacidad de respuesta del sistema en situaciones críticas. Muchos países han incorporado el estudio de morbilidad materna severa como complemento a los Comités de Muerte Materna, con un enfoque preventivo y no punitivo.
Además, las mujeres que sobreviven a estas complicaciones suelen enfrentar secuelas físicas, psicológicas y sociales importantes. Entre las más frecuentes se encuentran la insuficiencia renal o hepática, los trastornos por estrés postraumático, la depresión postparto, problemas en la vida sexual y reproductiva, y afectaciones en su entorno familiar y laboral. Por ello, es fundamental establecer protocolos de seguimiento integral que incluyan atención médica especializada, apoyo psicológico y rehabilitación física, así como intervenciones comunitarias que eviten la estigmatización o el aislamiento.
En definitiva, el abordaje de la morbilidad materna severa permite mejorar la calidad de la atención, reducir riesgos, fortalecer sistemas de respuesta y atender de forma integral a las mujeres que han vivido estas experiencias extremas, humanizando los servicios de salud y colocando la experiencia materna en el centro del cuidado.

Prevención y detección oportuna
- Control prenatal integral.
- Identificación de factores de riesgo obstétrico.
- Protocolos de manejo de emergencias obstétricas.
- Educación para la salud y participación comunitaria.
La prevención y detección oportuna de las complicaciones que pueden llevar a la morbilidad y mortalidad materna es una piedra angular de las estrategias de salud pública orientadas a garantizar una maternidad segura. La mayoría de las muertes maternas son evitables si se cuenta con una atención oportuna, continua y de calidad en todos los niveles del sistema de salud, especialmente en el primer nivel de atención, donde se desarrollan las intervenciones preventivas más eficaces.
Uno de los pilares fundamentales es el control prenatal integral, que no debe limitarse a la vigilancia biológica del embarazo, sino incluir una valoración completa de la salud física, mental y social de la persona gestante. Un control prenatal de calidad permite identificar factores de riesgo obstétrico, como enfermedades crónicas preexistentes, antecedentes de complicaciones, embarazos múltiples o condiciones sociales desfavorables. Detectar estos riesgos de forma temprana es clave para establecer planes de atención diferenciados, brindar consejería adecuada y definir necesidades de referencia a niveles superiores de atención.
El fortalecimiento de protocolos clínicos para el manejo de emergencias obstétricas es otro componente esencial. La implementación de guías estandarizadas, como las que proponen la OMS y los programas nacionales, mejora la respuesta del personal ante situaciones críticas como hemorragias, preeclampsia, sepsis o trabajo de parto obstruido. La capacitación continua en estas áreas, así como la disponibilidad de insumos, medicamentos y transporte adecuado, puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte en contextos de emergencia.
Además, la educación para la salud juega un rol determinante. Brindar información clara y accesible a las mujeres, sus familias y las comunidades sobre los signos de alarma, la importancia del control prenatal y los derechos reproductivos, contribuye a que las personas busquen atención médica a tiempo. Este componente educativo debe ir acompañado de estrategias de participación comunitaria, que fortalezcan redes locales de apoyo, promuevan el empoderamiento de las mujeres y ayuden a derribar barreras culturales y sociales que dificultan el acceso a los servicios.
La prevención efectiva de la mortalidad materna es, en última instancia, el resultado de un sistema de salud que integra lo clínico, lo social y lo comunitario, con una visión centrada en la dignidad, la equidad y la justicia reproductiva.

Sistemas de registro y vigilancia
- Certificación de muertes maternas.
- Comités de mortalidad materna.
- Lecciones aprendidas para la mejora de políticas y prácticas.
La reducción de la mortalidad materna no solo depende de la atención clínica, sino también de contar con sistemas robustos de registro, monitoreo y análisis que permitan comprender a profundidad las causas y circunstancias de cada caso. Estos sistemas son esenciales para generar evidencia confiable, diseñar políticas públicas efectivas y mejorar la calidad de los servicios de salud en todos los niveles.
El primer componente clave es la certificación adecuada de las muertes maternas, lo cual implica que cada defunción relacionada con el embarazo, parto o puerperio sea correctamente identificada, clasificada y notificada en tiempo y forma. En muchos contextos, especialmente en zonas rurales o marginadas, existe subregistro o clasificación incorrecta de estas muertes, lo que oculta su magnitud real y retrasa la respuesta institucional. Fortalecer la formación del personal médico y administrativo en los criterios de mortalidad materna, así como en el llenado de certificados de defunción, es una medida básica pero estratégica.
En este marco, los Comités de Mortalidad Materna juegan un papel central. Se trata de grupos interdisciplinarios establecidos en los niveles local, estatal y nacional, que se encargan de revisar de manera detallada cada caso de muerte materna para determinar si fue evitable, identificar las causas clínicas y sociales, analizar los factores que intervinieron en la atención, y proponer medidas correctivas. Estos comités funcionan bajo un enfoque no punitivo, de aprendizaje y mejora continua, y su trabajo ha demostrado ser eficaz para detectar fallas sistemáticas en la atención obstétrica y en la organización del sistema de salud.
Una de las mayores fortalezas de estos mecanismos de vigilancia es su capacidad para generar lecciones aprendidas. A través del análisis de los casos y de la comparación con estándares internacionales, los comités contribuyen a la actualización de protocolos clínicos, la mejora de la capacitación del personal, el fortalecimiento del sistema de referencia y contrarreferencia, y la reorientación de recursos hacia áreas de mayor vulnerabilidad. En muchas ocasiones, los hallazgos también dan lugar a reformas legales, mejoras en la infraestructura y campañas de educación comunitaria.
En suma, los sistemas de registro y vigilancia epidemiológica permiten que la muerte materna no pase desapercibida, y que cada caso sea transformado en una oportunidad para prevenir futuras muertes, fortalecer la rendición de cuentas y garantizar una atención digna, segura y equitativa para todas las personas gestantes.

Conclusión
- La mayoría de las muertes maternas son prevenibles.
- Requiere un abordaje clínico, social y de derechos humanos.
- Profesionalización, acceso equitativo y voluntad política son claves.
La mortalidad materna es uno de los fenómenos más complejos y dolorosos en salud pública, pero también uno de los más evitables. La evidencia es clara: la gran mayoría de estas muertes podrían prevenirse si se garantizara una atención oportuna, de calidad, humanizada y con enfoque integral a lo largo del embarazo, parto y puerperio. No se trata solamente de intervenciones clínicas efectivas, sino de construir sistemas de salud que respondan a las necesidades reales de las mujeres y personas gestantes, particularmente aquellas en condiciones de mayor vulnerabilidad.
Afrontar este reto exige un abordaje multidimensional, donde se combinen la perspectiva clínica, el análisis social y el respeto irrestricto a los derechos humanos y reproductivos. La mortalidad materna no es solo un indicador sanitario: es un reflejo de desigualdades estructurales, de brechas de género, de racismo institucional, y de fallos en la responsabilidad del Estado de proteger la vida y la salud. Por eso, los esfuerzos deben incluir no solo mejoras en la infraestructura médica, sino también acciones que fortalezcan la equidad, la autonomía y el empoderamiento de las mujeres.
Para lograr avances sostenidos, se requiere una profesionalización continua del personal de salud, acceso equitativo a servicios esenciales en todos los territorios, y, sobre todo, una voluntad política real para priorizar la salud materna como un derecho fundamental y no como un privilegio. La mortalidad materna es prevenible, y cada muerte que ocurre por causas evitables representa una falla ética, institucional y social que interpela a todo el sistema. Solo con un compromiso colectivo, informado y sostenido será posible garantizar una maternidad segura, digna y sin muertes evitables.


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