Mortalidad perinatal en el medio urbano

Introducción

  • Definición de mortalidad perinatal: muertes fetales tardías + muertes neonatales precoces.
  • Relevancia en entornos urbanos donde se presume mayor acceso a servicios de salud.
  • Persistencia de inequidades dentro de las ciudades.

La mortalidad perinatal, que abarca tanto las muertes fetales tardías (a partir de las 22 semanas de gestación) como las muertes neonatales precoces (dentro de los primeros 7 días de vida), es un indicador sensible del estado de salud materno-neonatal y de la calidad del sistema de salud en general. Aunque las zonas urbanas suelen contar con mayor densidad de servicios médicos, tecnología y personal de salud, la mortalidad perinatal continúa siendo un problema significativo en estos entornos.

Esta paradoja revela que el acceso geográfico a servicios no garantiza por sí mismo una atención efectiva, oportuna ni equitativa. En las ciudades, coexisten realidades contrastantes: mientras algunos sectores acceden a hospitales altamente especializados, otros —particularmente quienes viven en zonas periurbanas, cinturones de pobreza o asentamientos irregulares— enfrentan condiciones de atención similares o incluso peores que las del medio rural. La persistencia de inequidades intraurbanas, derivadas de factores sociales, económicos, institucionales y culturales, limita el impacto de las intervenciones en salud perinatal.

Por ello, analizar la mortalidad perinatal en el medio urbano requiere ir más allá de la infraestructura disponible y examinar las barreras estructurales que perpetúan brechas en la calidad y oportunidad del cuidado materno-infantil. También implica reconocer que el entorno urbano, aunque más desarrollado en términos sanitarios, puede presentar desafíos específicos como la sobrecarga de servicios, la fragmentación del sistema de salud y la exclusión de grupos poblacionales vulnerables.

Comprender este fenómeno desde una perspectiva integral y con enfoque de derechos es clave para diseñar políticas públicas más sensibles a la diversidad urbana y para garantizar que toda persona, sin importar su condición socioeconómica o lugar de residencia dentro de la ciudad, tenga derecho a una maternidad y un nacimiento seguros y dignos.

Panorama epidemiológico urbano

  • Estadísticas actualizadas de mortalidad perinatal en zonas metropolitanas.
  • Desigualdades entre colonias o delegaciones: contraste entre zonas de alto y bajo ingreso.
  • Subregistros en asentamientos irregulares o poblaciones migrantes.

En las zonas urbanas y metropolitanas de México y América Latina, la mortalidad perinatal presenta cifras que, aunque globalmente más bajas que en áreas rurales, ocultan importantes desigualdades internas. Según datos del INEGI y la Secretaría de Salud, las tasas de mortalidad perinatal en ciudades como Ciudad de México, Guadalajara o Monterrey han mostrado una tendencia general a la baja en las últimas décadas, como reflejo del aumento de la cobertura institucional del parto y del acceso a servicios obstétricos especializados. Sin embargo, cuando se desagregan los datos a nivel local o por delegación/colonia, emergen contrastes alarmantes.

En muchas metrópolis latinoamericanas se observa que las zonas urbanas con menor ingreso, alta densidad poblacional y bajo acceso a servicios públicos registran tasas de mortalidad perinatal comparables a las de regiones rurales. Esto es particularmente evidente en asentamientos irregulares, cinturones de pobreza urbana o colonias periféricas donde persisten condiciones adversas como inseguridad alimentaria, hacinamiento, desempleo y limitado acceso a servicios de salud culturalmente pertinentes y oportunos. A menudo, las mujeres embarazadas en estas zonas enfrentan largos tiempos de espera, falta de acompañamiento y discriminación institucional, lo que contribuye a desenlaces desfavorables.

Otro factor preocupante es el subregistro de muertes fetales y neonatales en estas poblaciones. Mujeres migrantes, sin documentación, en situación de calle o que viven en zonas sin acceso regular a los servicios de salud, pueden enfrentar dificultades para registrar sus embarazos y nacimientos, lo que contribuye a invisibilizar el problema y a limitar el desarrollo de intervenciones adecuadas. Además, en algunos casos, la desconfianza hacia las instituciones de salud —derivada de experiencias previas de maltrato o discriminación— puede llevar a evitar la atención formal del embarazo o del parto, lo que aumenta el riesgo perinatal.

En este contexto, es fundamental que el análisis epidemiológico en entornos urbanos no se limite a promedios generales, sino que utilice herramientas geoespaciales, análisis por estratos socioeconómicos y participación comunitaria para identificar zonas críticas y poblaciones invisibilizadas, permitiendo así una respuesta más focalizada, equitativa y eficaz.

Factores asociados a la mortalidad perinatal en contextos urbanos

  • Embarazos en adolescentes sin seguimiento adecuado.
  • Saturación de servicios de salud en hospitales públicos.
  • Violencia obstétrica o trato indigno en instituciones.
  • Desinformación o sobrecarga de información sin orientación.

Aunque las ciudades concentran una mayor cantidad de recursos médicos y tecnológicos, la mortalidad perinatal en entornos urbanos está fuertemente determinada por factores sociales, institucionales y culturales que afectan la calidad, accesibilidad y oportunidad de la atención que reciben las mujeres embarazadas y sus recién nacidos.

Uno de los factores más relevantes es la alta proporción de embarazos en adolescentes, muchos de los cuales no cuentan con seguimiento prenatal adecuado ni con redes de apoyo familiar o institucional. La estigmatización, el miedo al juicio social y las barreras administrativas pueden llevar a que estas jóvenes accedan tarde o nunca a los servicios de salud, aumentando el riesgo de complicaciones tanto para ellas como para sus hijos. En ciudades, donde la atención médica puede ser impersonal y fragmentada, las adolescentes suelen ser particularmente vulnerables al abandono institucional o al maltrato.

Otro factor crítico es la saturación de los servicios de salud pública, especialmente en hospitales de alta concentración poblacional. Esto genera demoras en la atención de urgencias obstétricas, consultas prenatales de baja calidad, falta de camas para parto o cuidados neonatales, y estrés extremo para el personal sanitario. En este contexto, es común que la atención se torne mecanizada y que se relegue la escucha activa o el trato humanizado, condiciones esenciales para detectar señales de alarma de manera oportuna.

La violencia obstétrica es también una preocupación creciente en entornos urbanos. Aunque no siempre se denuncia formalmente, muchas mujeres reportan experiencias de maltrato verbal, procedimientos sin consentimiento, negación de acompañamiento durante el parto, y decisiones médicas impuestas sin información clara. Estas experiencias no solo vulneran derechos, sino que disuaden a muchas mujeres de buscar atención institucional en embarazos futuros o en situaciones de riesgo.

Además, en el entorno urbano puede coexistir tanto la desinformación como la sobrecarga de información no validada, proveniente de redes sociales, medios de comunicación o círculos no profesionales. Esta avalancha de datos, sin una guía adecuada, puede llevar a decisiones inseguras, abandono del control prenatal o uso de prácticas no recomendadas. En ausencia de una consejería clara, accesible y culturalmente sensible, la confusión puede convertirse en un obstáculo para el cuidado efectivo.

Estos factores reflejan que la mortalidad perinatal en las ciudades no es solo una cuestión de disponibilidad de servicios, sino también de calidad, trato digno, organización institucional y atención diferenciada a las necesidades de grupos vulnerables.

Causas comunes

  • Infecciones no diagnosticadas a tiempo (ITU, VIH, TORCH).
  • Preeclampsia mal controlada o diabetes gestacional.
  • Cesáreas innecesarias o mal indicadas.
  • Asfixia perinatal por fallas en atención al parto.

En las zonas urbanas, donde la infraestructura de salud suele estar más desarrollada y existe mayor acceso teórico a servicios médicos especializados, la persistencia de la mortalidad perinatal se asocia a un conjunto de causas evitables relacionadas principalmente con la calidad de la atención clínica y con deficiencias en los procesos de diagnóstico y seguimiento oportuno durante el embarazo y el parto.

Una de las principales causas son las infecciones no diagnosticadas ni tratadas a tiempo, como las infecciones del tracto urinario (ITU), VIH, y aquellas incluidas en el complejo TORCH (toxoplasmosis, rubéola, citomegalovirus, herpes simple y otras). Estas infecciones pueden pasar desapercibidas en consultas prenatales breves o mal realizadas, y derivar en parto prematuro, bajo peso al nacer o muerte fetal. Aunque las herramientas diagnósticas están disponibles en el medio urbano, su uso puede verse limitado por saturación de servicios, desabasto de insumos o fallas en la continuidad del cuidado.

Otra causa relevante es el mal manejo de enfermedades crónicas del embarazo, como la preeclampsia y la diabetes gestacional. En muchos casos, estas condiciones se detectan tarde o no se controlan adecuadamente, ya sea por fallas en la educación de la paciente, seguimiento insuficiente o decisiones clínicas apresuradas. La preeclampsia, en particular, sigue siendo una de las principales causas de muerte materna y perinatal, pese a ser prevenible con un control prenatal efectivo.

En el contexto urbano también se observa un aumento en la frecuencia de cesáreas, muchas de las cuales no responden a criterios médicos justificados. La cesárea innecesaria conlleva riesgos tanto para la madre como para el recién nacido, incluyendo infecciones, problemas respiratorios neonatales y complicaciones en embarazos futuros. La presión institucional para “agilizar” el trabajo de parto o evitar litigios médicos, combinada con preferencias no siempre bien informadas, ha contribuido a esta tendencia, especialmente en hospitales privados o de alta demanda.

Por último, la asfixia perinatal continúa siendo una causa importante de muerte neonatal precoz. Esta puede deberse a una atención inadecuada del parto, a la falta de monitoreo fetal continuo o a demoras en la decisión de intervenir ante signos de sufrimiento fetal. En muchos hospitales urbanos, la sobrecarga del personal y la escasa disponibilidad de salas especializadas comprometen la capacidad de respuesta ante emergencias obstétricas, lo que puede derivar en desenlaces trágicos que eran potencialmente prevenibles.

Estas causas reflejan que, aun en contextos donde los recursos están presentes, la calidad de los procesos, la formación del personal y el respeto a las buenas prácticas clínicas son determinantes para la prevención de muertes perinatales.

Accesibilidad vs. calidad del cuidado

  • Dificultades para agendar citas prenatales oportunas.
  • Atención fragmentada: múltiples prestadores, sin continuidad.
  • Falta de sensibilización del personal hacia poblaciones vulnerables (LGBT+, migrantes, indígenas).

Uno de los desafíos más relevantes en la atención perinatal urbana es la tensión entre la accesibilidad aparente y la calidad real del cuidado. A pesar de que en las ciudades existen más centros de salud, hospitales y recursos tecnológicos que en zonas rurales, esto no siempre se traduce en una atención oportuna, continua y centrada en las personas. Muchas veces, las barreras no son físicas sino organizacionales, culturales y humanas.

Una problemática frecuente es la dificultad para agendar citas prenatales en tiempo adecuado, especialmente en unidades de salud saturadas o con recursos limitados. Las mujeres embarazadas, sobre todo en los primeros trimestres, suelen enfrentarse a largas esperas, cancelaciones y falta de disponibilidad para estudios de rutina. Esta situación puede retrasar diagnósticos clave o generar abandono del seguimiento médico.

Además, el sistema de salud urbano presenta con frecuencia un modelo fragmentado, en el que las pacientes deben transitar entre distintos niveles y proveedores —centros de salud, clínicas privadas, hospitales públicos— sin coordinación efectiva ni registro clínico compartido. Esta discontinuidad afecta la detección de riesgos, la adherencia a tratamientos y la toma de decisiones clínicas fundamentadas. En muchos casos, una mujer puede recibir atención prenatal en un lugar y ser referida para el parto a otro totalmente ajeno, sin que exista una transferencia de información adecuada.

A lo anterior se suma la falta de sensibilización del personal de salud ante la diversidad social, cultural y sexual de las poblaciones urbanas. Mujeres migrantes, indígenas, adolescentes, personas LGBT+ o en situación de violencia pueden ser objeto de discriminación o trato inadecuado, lo cual genera desconfianza, retraimiento o abandono de los servicios. Esta barrera no es técnica, sino ética y relacional, y requiere una transformación profunda en la formación del personal y en las políticas institucionales.

En este sentido, la calidad del cuidado no puede evaluarse solamente en términos de insumos o infraestructura, sino en relación con la experiencia vivida por las usuarias. Para reducir la mortalidad perinatal en las ciudades, no basta con asegurar que haya hospitales: es necesario garantizar que esos espacios brinden una atención respetuosa, empática, integral y culturalmente competente para todas las mujeres, sin importar su origen, situación legal o condición social.

Determinantes sociales urbanos

  • Pobreza urbana, empleo informal y jornadas laborales extensas.
  • Bajo nivel educativo en ciertas zonas periféricas.
  • Contaminación ambiental, violencia comunitaria, inseguridad alimentaria.

La mortalidad perinatal en contextos urbanos no puede entenderse únicamente desde una perspectiva clínica. Es fundamental reconocer el papel que desempeñan los determinantes sociales en la salud de las mujeres embarazadas y de sus recién nacidos, especialmente en las grandes ciudades donde las desigualdades están profundamente marcadas por la segmentación territorial, económica y social.

Uno de los factores más influyentes es la pobreza urbana, que a menudo se expresa en condiciones de hacinamiento, vivienda precaria, inseguridad y acceso limitado a servicios básicos. Muchas mujeres embarazadas en situación de pobreza trabajan en el sector informal, sin acceso a prestaciones médicas, licencia por maternidad o flexibilidad laboral, lo que dificulta la asistencia regular a controles prenatales o el seguimiento adecuado de indicaciones médicas. Las jornadas laborales extensas y precarias también limitan el tiempo disponible para el autocuidado y la búsqueda de atención oportuna.

El bajo nivel educativo, particularmente en zonas periféricas o en comunidades de reciente urbanización, se relaciona con una menor comprensión de los signos de alarma durante el embarazo, menor uso de servicios preventivos y mayor exposición a desinformación. Además, en entornos donde el sistema educativo es deficiente o excluyente, es común que las adolescentes embarazadas abandonen la escuela, lo que perpetúa ciclos de vulnerabilidad y riesgo.

A ello se suman factores estructurales del entorno urbano que inciden negativamente en la salud perinatal. La contaminación ambiental, especialmente en zonas industriales o con tráfico vehicular intenso, puede estar asociada a bajo peso al nacer, parto prematuro y complicaciones respiratorias en el recién nacido. La violencia comunitaria, tanto en el espacio público como en el hogar, incrementa el estrés materno y puede dificultar el acceso seguro a servicios de salud, especialmente durante la noche o en zonas consideradas peligrosas. Por último, la inseguridad alimentaria urbana, aunque menos visible, afecta a miles de mujeres gestantes que no tienen garantizada una nutrición adecuada, lo cual repercute directamente en el desarrollo fetal y en la salud del binomio madre-hijo.

Estos determinantes sociales no solo condicionan la aparición de complicaciones, sino que también afectan la capacidad de las mujeres para prevenirlas, detectarlas y enfrentarlas a tiempo. Por ello, cualquier estrategia para reducir la mortalidad perinatal en el medio urbano debe incorporar un enfoque intersectorial que atienda las raíces estructurales de la inequidad y no se limite a intervenciones clínicas aisladas.

Intervenciones clave en salud pública

  • Mejora en la calidad de atención prenatal y parto en unidades de primer y segundo nivel.
  • Programas de detección oportuna de embarazos de alto riesgo.
  • Educación perinatal y acompañamiento con enfoque intercultural.
  • Implementación de centros amigables para la mujer embarazada.

La reducción de la mortalidad perinatal en entornos urbanos exige intervenciones coordinadas y sostenidas desde la salud pública, con enfoque en la equidad, la calidad de la atención y el respeto a los derechos humanos. A pesar de la disponibilidad de recursos en muchas ciudades, la eficacia de las acciones depende de su capacidad para cerrar las brechas existentes entre distintos grupos sociales y territoriales.

Una de las estrategias más importantes es la mejora continua de la calidad en la atención prenatal y del parto, particularmente en unidades de primer y segundo nivel de atención. Esto implica no solo la disponibilidad de infraestructura y personal, sino también la capacitación permanente en protocolos actualizados, atención humanizada y sensibilidad cultural. La atención debe ser oportuna, integral y centrada en las necesidades de cada mujer, con especial énfasis en la detección de signos de alarma y en la prevención de complicaciones.

Asimismo, es fundamental reforzar los programas de detección oportuna de embarazos de alto riesgo, mediante la implementación de sistemas de clasificación de riesgo obstétrico, uso adecuado de la historia clínica perinatal, y derivación eficiente a unidades de segundo nivel cuando se identifiquen condiciones que lo ameriten. Esta intervención debe realizarse desde el primer trimestre, ya que muchos factores de riesgo —como enfermedades crónicas, antecedentes obstétricos o condiciones sociales adversas— pueden detectarse tempranamente.

La educación perinatal también juega un papel central en la prevención de muertes evitables. Ofrecer espacios accesibles, confiables y respetuosos para informar sobre el embarazo, el parto, el puerperio y los cuidados del recién nacido permite empoderar a las mujeres y sus familias para tomar decisiones informadas. Esta educación debe considerar las características culturales y lingüísticas de las usuarias, y estar acompañada por estrategias de acompañamiento cercano, como promotoras de salud o doulas comunitarias, que refuercen el vínculo entre la comunidad y el sistema de salud.

Finalmente, la implementación de centros amigables para la mujer embarazada en los servicios de salud urbanos es una iniciativa que ha demostrado impacto positivo en la experiencia de atención y en los resultados perinatales. Estos centros se caracterizan por ofrecer un trato digno, permitir la presencia de acompañantes, fomentar la participación activa en el proceso de parto, y garantizar el consentimiento informado. Son también espacios donde se reduce la violencia obstétrica y se promueve la equidad en salud.

Estas intervenciones, cuando se articulan entre sí y se implementan con voluntad institucional, pueden transformar la experiencia de embarazo y parto en las ciudades, y contribuir de manera significativa a disminuir la mortalidad perinatal.

Tecnologías y modelos innovadores en salud urbana

  • Telemedicina para seguimiento prenatal.
  • Plataformas digitales para agendar, alertar y educar.
  • Estrategias de mapeo comunitario de riesgos perinatales.

Las ciudades ofrecen un terreno fértil para la implementación de tecnologías y modelos innovadores que contribuyan a mejorar la atención perinatal, especialmente entre las poblaciones más vulnerables. La transformación digital en salud, acompañada de un enfoque centrado en la persona y en la equidad, permite superar algunas de las barreras estructurales del sistema tradicional y reducir los riesgos asociados a la mortalidad perinatal.

Una de las herramientas más prometedoras es la telemedicina, aplicada al seguimiento prenatal. A través de consultas virtuales, monitoreo remoto de signos vitales, y orientación médica en tiempo real, las mujeres pueden mantener contacto con el personal de salud sin necesidad de desplazarse, lo que es especialmente útil en zonas urbanas con alta movilidad, largas distancias o problemas de transporte. La telemedicina también permite brindar atención continua a mujeres con condiciones crónicas o de alto riesgo, quienes requieren un seguimiento más estrecho entre controles presenciales.

Por otro lado, el uso de plataformas digitales —como aplicaciones móviles, mensajería instantánea o portales web— ha demostrado ser efectivo para recordar citas, enviar alertas sobre signos de alarma, promover mensajes de educación perinatal y facilitar el acceso a la información confiable. Estas plataformas pueden ser personalizadas de acuerdo con el idioma, nivel educativo o cultura de las usuarias, y constituyen una herramienta poderosa para mejorar la adherencia a los controles prenatales, la toma de decisiones informadas y la preparación para el parto.

Otra innovación relevante es la estrategia de mapeo comunitario de riesgos perinatales, que permite identificar zonas dentro de la ciudad con alta concentración de embarazos adolescentes, pobreza extrema, partos fuera de instituciones o registros deficientes. Este tipo de análisis espacial, apoyado por sistemas de información geográfica (SIG), permite una intervención focalizada y eficiente por parte de los servicios de salud, así como una mejor coordinación con programas sociales, educativos y de protección civil.

Estas herramientas tecnológicas, cuando se integran en políticas públicas y se vinculan con equipos de salud capacitados, potencian la capacidad del sistema urbano para responder de manera ágil, personalizada y efectiva a los desafíos de la salud materno-infantil, contribuyendo significativamente a la reducción de la mortalidad perinatal.

Vigilancia y evaluación continua

  • Auditorías de mortalidad perinatal en hospitales urbanos.
  • Indicadores de calidad de atención.
  • Participación ciudadana y comités de salud urbana.

La reducción de la mortalidad perinatal en contextos urbanos no puede depender únicamente de intervenciones clínicas o tecnológicas aisladas; requiere también de mecanismos sólidos y permanentes de vigilancia, evaluación y rendición de cuentas que aseguren la calidad y equidad de los servicios de salud. Estos procesos permiten no solo identificar fallas, sino también generar evidencia para la mejora continua y la toma de decisiones basadas en datos.

Una estrategia clave es la realización de auditorías de mortalidad perinatal en hospitales urbanos. Estas auditorías consisten en el análisis detallado y confidencial de cada muerte fetal tardía o neonatal temprana, con el objetivo de determinar sus causas, factores contribuyentes y posibles fallas en la atención. Este proceso, cuando se realiza con enfoque no punitivo, permite identificar áreas de mejora clínica, organizacional y de comunicación. Además, facilita la retroalimentación hacia los equipos de salud, promoviendo una cultura de seguridad y aprendizaje institucional.

De igual manera, el uso de indicadores de calidad de atención en salud materno-perinatal resulta fundamental para monitorear el desempeño del sistema. Entre los más relevantes se encuentran la proporción de partos atendidos por personal calificado, la cobertura del control prenatal completo, el uso racional de cesáreas, y los tiempos de respuesta ante emergencias obstétricas o neonatales. Estos indicadores deben ser recopilados, analizados y socializados periódicamente, con mecanismos claros para aplicar mejoras según los resultados.

Finalmente, la participación ciudadana y la constitución de comités de salud urbana permiten dar voz a las comunidades y usuarias del sistema. Estos espacios fomentan el diálogo entre instituciones y sociedad civil, promueven la transparencia en la gestión de los servicios y ayudan a identificar barreras que no siempre son visibles desde la lógica institucional. Incluir a mujeres, líderes comunitarios, organizaciones no gubernamentales y profesionales de distintas disciplinas en estos comités fortalece la legitimidad y pertinencia de las políticas públicas orientadas a la salud perinatal.

En conjunto, estas acciones de vigilancia y evaluación continua no solo mejoran la calidad técnica de los servicios, sino que también garantizan el cumplimiento del derecho a la salud con enfoque de equidad, dignidad y corresponsabilidad ciudadana.

Conclusión

  • Aunque el medio urbano ofrece más recursos, la mortalidad perinatal persiste por desigualdades estructurales, calidad desigual del servicio y exclusión social.
  • La solución requiere equidad, eficiencia y humanización del sistema de salud urbano.

A pesar de la mayor disponibilidad de infraestructura, personal y tecnología en el entorno urbano, la mortalidad perinatal continúa representando un desafío importante, particularmente en sectores marginados o invisibilizados de las ciudades. Esta paradoja se explica por la persistencia de desigualdades estructurales, que afectan de forma desproporcionada a mujeres en situación de pobreza, migrantes, adolescentes, personas indígenas y otros grupos históricamente excluidos.

La calidad desigual del servicio de salud —marcada por la saturación, la atención fragmentada y la falta de enfoque humanizado— se traduce en brechas de acceso real, en experiencias negativas de atención y, en muchos casos, en muertes evitables. Asimismo, la exclusión social continúa limitando las posibilidades de muchas mujeres de acceder oportunamente a información, atención y acompañamiento digno durante su embarazo, parto y puerperio.

Superar estas barreras exige transformar el sistema de salud urbano hacia un modelo más equitativo, eficiente y centrado en las personas. Esto implica fortalecer la vigilancia perinatal, garantizar la calidad técnica y humana de los servicios, aprovechar las tecnologías disponibles y, sobre todo, asegurar que ninguna mujer o recién nacido quede atrás por razones económicas, culturales o territoriales. La solución a la mortalidad perinatal urbana no radica solo en más recursos, sino en cómo se distribuyen, se gestionan y se vivencian desde la perspectiva de quienes más los necesitan.

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